que la gloria te acompañe celina

la muerte pone todo en perspectiva.

lo trágico de caerse y morirse, pero aun más trágico caerse y quedarse por horas tirada hasta que alguien te encuentre, muerta.

no sé bien por qué esto me pega tan intenso, tan de lleno… si no fuimos demasiado cercanas y la muerte debería ser un paso más en la vida. quizás me interpela porque bien podría ser yo la que un día se cae, se corta o le pasa algo grave y nadie se entera. quizás me suena muy fuerte la frase de cerati, «nadie me vio salir, lo sé, nadie me espera» porque es real para mi.

y no para de darme vueltas en la cabeza la pregunta de si alguna muerte es digna. qué dolor imaginar un ser querido muriendo de forma trágica, tener que reconocerlo, tener que encontrarlo, o pensar que mi propia muerte podría ser trágica y que mis seres queridos la sufran.

alguien pedirá por la elevación de mi alma? espero que si, que pidan, que canten, que me envíen luz.

creo también que lo que me angustia es ponerme en el lugar de la persona que encuentra a alguien cercano, sin vida… porque a mi me pasó. ver de primera mano a la muerte no es agradable, es un trago por demás amargo, cuyo sabor te acompaña siempre que saques ese recuerdo del cajón. lo amarillo del cuerpo sin pulso, la expresión del humano sin vida, la piel fría, tensa, sin vitalidad. maldigo ese momento en que te vi, en tu lecho de muerte… ajeno, lejano, como un envase vacío.

al parecer hay algo de esa tétrica escena, de ese 4 de septiembre, de esa noche estrellada que todavía no pude digerir. y como no lo hice por vos, hoy lo hago por ella.

hoy pido por ella, que en paz descanses celina.

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